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Samarcanda - Maalouf Amin (читать книгу онлайн бесплатно полностью без регистрации txt) 📗

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Por el contrario, el vino, considerado por el Coran como la bebida del paraiso, fue autorizado desde ese momento; no beberlo era la senal manifiesta de una falta de fe.

«Una vez proclamado esto», relata un historiador persa de la epoca, «la asamblea se puso a tocar el arpa y la flauta y a beber ostensiblemente vino en los mismos escalones de la tribuna.»

Reaccion desproporcionada, a la medida de los excesos practicados por Hassan Sabbah en nombre de la ley coranica. Pronto se ocuparian los sucesores del Redentor de atenuar su ardor mesianico, pero Alamut no volveria a ser jamas esa cantera de martires deseada por el Predicador supremo. Desde entonces, la vida alli seria agradable y se interrumpiria la larga serie de asesinatos que habian aterrorizado las ciudades del Islam. Los ismaelies, secta radical donde las haya, se transformarian en una comunidad de una tolerancia ejemplar.

De hecho, despues de haber anunciado la buena nueva a los habitantes de Alamut y sus alrededores, el Redentor envio emisarios a las otras comunidades ismaelies de Asia y de Egipto provistos de documentos firmados con su propia mano. Rogaba a todos que desde ese momento celebraran el dia de la Redencion, cuya fecha proporcionaba segun tres calendarios diferentes: el de la hegira del Profeta, el de Alejandro el Griego y el del «hombre mas eminente de los dos mundos, Omar Jayyam de Nisapur».

En Alamut, el Redentor ordeno que el Manuscrito de Samarcanda fuera venerado como un gran libro de sabiduria. Se encargo a unos artistas que lo adornaran: pintura, grabados, cofre de oro cincelado con incrustaciones de pedrerias… Nadie tenia derecho a copiarlo, pero estaba siempre colocado en una mesa baja de madera de cedro en la pequena sala interior donde trabajaba el bibliotecario. Ahi, bajo su altanera vigilancia, algunos privilegiados iban a consultarlo.

Hasta entonces solo se conocian algunas cuartetas compuestas por Jayyam en los tiempos de su imprudente juventud; de ahi en adelante se aprendieron, citaron y repitieron muchas otras, algunas con graves alteraciones. Se asistio, incluso, desde esa epoca, a un fenomeno de los mas singulares: cada vez que un poeta componia una cuarteta que podia ocasionarle disgustos, se la atribuia a Omar; cientos de falsificaciones vinieron asi a mezclarse con las ruba'iyyat de Jayyam, de tal manera que resulto imposible, a falta del manuscrito, discernir las autenticas.

?Fue un ruego del Redentor lo que impulso a los bibliotecarios de Alamut a reanudar, de padres a hijos, la cronica del manuscrito en el punto en que Vartan lo habia dejado? En todo caso, es por esa unica fuente por la que sabemos la influencia postuma de Jayyam en la metamorfosis experimentada por los Asesinos. La relacion de los acontecimientos, concisa pero insustituible, se prosiguio asi casi un siglo antes de conocer una nueva y brutal interrupcion. En el momento de las invasiones de los mogoles.

La primera oleada, conducida por Gengis Kan, fue, sin ninguna duda el azote mas devastador que jamas haya asolado Oriente. Prestigiosas ciudades fueron arrasadas y su poblacion exterminada, como Pekin, Bujara o Samarcanda, cuyos habitantes fueron tratados como, ganado, las mujeres jovenes distribuidas entre los oficiales de la horda victoriosa, los artesanos convertidos en esclavos y los demas aniquilados, con la unica excepcion de una minoria que, reagrupada en torno al gran monarca del momento, no tardo en proclamar su vasallaje a Gengis Kan.

A pesar de este apocalipsis, Samarcanda se revela casi como una privilegiada, puesto que un dia renaceria de sus escombros para convertirse en la capital de un Imperio mundial, el de Tamerlan. Por el contrario muchas otras ciudades no se reharian nunca mas, principalmente las tres grandes metropolis de Jorasan donde durante largo tiempo se concentro toda la actividad intelectual de esa parte del mundo: Merv, Balj y Nisapur, a las que hay que anadir Rayy, cuna de la medicina oriental y de la que se olvidaria hasta el nombre; habria que esperar varios siglos para ver renacer, en un lugar cercano, la ciudad de Teheran.

Fue la segunda oleada la que arrasaria Alamut. Fue un poco menos sanguinaria, pero mas extendida. ?Como no comprender el terror de los contemporaneos, cuando se sabe que las tropas de los mogoles pudieron entonces, con algunos meses de intervalo, devastar Bagdad, Damasco, Cracovia en Polonia y la provincia china de Szechwan!

La fortaleza de los Asesinos escogio, pues, rendirse ?ella que habia resistido a tantos invasores durante ciento sesenta y seis anos! El principe Hulagu, nieto de Gengis Kan, fue el mismo a admirar ese prodigio de construccion militar; la leyenda dice que encontro provisiones conservadas intactas desde la epoca de Hassan Sabbah.

Despues de haber inspeccionado los lugares con sus lugartenientes, ordeno a los soldados destruir todo, no dejar piedra sobre piedra, sin exceptuar la biblioteca. Sin embargo, antes de prenderle fuego, autorizo a un historiador de treinta anos, un tal Yuvayni, que la visitara. Este estaba escribiendo, a peticion de Hulagu, una «Historia del conquistador del mundo» que sigue siendo, aun hoy, nuestra mas valiosa fuente para conocer las invasiones de los mogoles. Pudo, pues, entrar Hulagu en ese lugar misterioso donde decenas de miles de manuscritos estaban alineados, apilados o enrollados; fuera le esperaba un oficial mogol y un soldado con una carretilla. Lo que esta pudiera contener se salvaria, el resto seria pasto de las llamas. No era cuestion de leer los textos, ni siguiera de catalogar los titulos.

Sunni ferviente, Yuvayni se dijo que su primer deber era salvar del fuego la Palabra de Dios. Por lo tanto, se puso a recoger apresuradamente los ejemplares del Coran reconocibles por su gruesa encuadernacion y agrupados en un mismo lugar. Habia por lo menos veinte; los transporto en tres viajes hasta la carretilla, que casi se lleno. Y ahora ?que elegir? Al dirigirse hacia una de las paredes sobre la cual los volumenes parecian mejor ordenados que en otras partes, descubrio las innumerables obras escritas por Hassan Sabbah durante sus treinta anos de reclusion voluntaria. Decidio salvar solo una, una autobiografia de la que citaria algunos fragmentos en su propia obra. Igualmente, encontro una cronica de Alamut, reciente y aparentemente bien documentada, que relataba detalladamente la historia del Redentor. Se apresuro a llevarsela, ya que ese episodio era totalmente ignorado fuera de las comunidades ismaelies.

?Conocia el historiador la existencia del Manuscrito de Samarcanda? No parece que fuera asi. ?Lo habria buscado si hubiera oido hablar de el y al hojearlo lo habria salvado? Lo ignoramos. Lo que se cuenta es que se detuvo ante un conjunto de obras dedicadas a las ciencias ocultas y que se enfrasco en su lectura, olvidandose de la hora. El oficial mogol que fue a recordarsela con algunas palabras tenia el cuerpo cubierto con una fuerte armadura con ribetes rojos y la cabeza protegida con un casco que se prolongaba hacia la nuca como si fuera una cabellera suelta. En la mano llevaba una tea. Para demostrar fehacientemente que tenia prisa, acerco el fuego a un monton de rollos polvorientos. El historiador no insistio, cogio con las manos y bajo las axilas todo lo que podia llevarse, sin intentar hacer la menor seleccion, y cuando el manuscrito titulado Secretos eternos de los astros y de los numeros se le escapo de las manos, no se inclino para recogerlo.

Fue asi como la biblioteca de los Asesinos ardio durante siete dias y siete noches y como innumerables obras de las que no existe copia se perdieron. Se dice que contenian los secretos mejor guardados del Universo.

Durante largo tiempo se penso que el Manuscrito de Samarcanda se habia consumido, el tambien, en la hoguera de Alamut.

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