Los Jardines De Luz - Maalouf Amin (версия книг .TXT) 📗
– Si las tropas de la dinastia parten al asalto del Imperio Romano, no hay duda de que conseguiran victorias pero obligaran a las legiones a unirse bajo un mismo mando. Antes que acabar con el enemigo, como algunos exigen, se le habra administrado un remedio energico, doloroso pero eficaz, y saludable para el. ?Es ese el objetivo que quieren alcanzar aquellos que han tomado la palabra antes que yo? ?Y por esta locura querrian reemplazar la juiciosa politica seguida por el senor del Imperio?
Sapor parecio turbado, incluso se leia la duda en sus ojos. A su alrededor se agitaron en desorden los panuelos, pero ya no concederia la palabra, pues habia llegado el momento de recuperar su ascendiente y de pronunciar el discurso decisivo:
– Para Nosotros, nada ha cambiado aun con respecto al tratado con los romanos. Cuando un cesar sustituye a otro, hay que cumplir los compromisos que su predecesor contrajo. En cuyo caso, Nosotros seguiremos respetando lealmente los nuestros. Pero si se interrumpiera el pago del tributo, responderemos con todo el vigor que tenemos derecho a utilizar con los traidores. Con el fin de prevenir cualquier eventualidad, tenemos la intencion de hacer un llamamiento a todos nuestros vasallos, las tribus sometidas y los soldados mercenarios. Al primer acto de traicion, nuestros ejercitos invencibles se desplegaran por el litoral de Occidente, Anatolia y Capadocia, y continuaran devastando mucho mas alla las provincias de los romanos hasta que vengan a renovar ante Nosotros su humilde sumision.
Despues de que se les despidiera, los cortesanos se dispersaron por los pasillos del palacio, haciendo comentarios sobre la falacia intrinseca del enemigo, la proverbial cobardia de sus tropas y de sus jefes, y tambien sobre la imposibilidad demostrada de vencer al rey de reyes. Solo Mani, sombrio, permanecia apartado y pronto fue olvidado por todos. En cuanto la sala del consejo se quedo vacia, fue a ver al chambelan para pedirle una audiencia privada ante Sapor, quien le recibio sin demora.
– Habria anadido algo, pero ya habia tomado la palabra aquel que se expresa el ultimo.
El monarca le hizo una sena para que prosiguiera.
– El senor del Imperio ha precisado que actuaria con rigor contra los romanos solo en el caso en que dejaran de pagar el tributo. ?He comprendido bien?
– Ya sabes que los adversarios de Filipo le reprocharon que firmara un acuerdo indigno y degradante. Quiza incluso le hayan matado a causa de ello.
– Quiza. Pero si por alguna razon que ignoro el nuevo cesar decide seguir pagando, ?se le declarara la guerra a pesar de todo?
– He sido muy claro sobre ese tema. ?Si cumplen su palabra, yo cumplire la mia!
– Pero entonces ?por que obligar al tesoro, a los vasallos, a los caballeros, asi como a todos los subditos, al gasto excesivo que una movilizacion implica, antes incluso de conocer la postura de los romanos? Cuando se haya reunido el ejercito, cuando las tribus sometidas y las tropas mercenarias esten reclutadas, querran combatir, conseguir el botin, y ya no se podra enviarlas a su casa con las manos varias. Esto ya ha sucedido en el pasado; se hace un llamamiento a filas a causa de una amenaza de guerra y luego, aunque la amenaza se aleje, se termina por hacer la guerra porque se ha reunido al ejercito.
– No se planteara ese problema. Todos saben cual es la actitud de los romanos. Y ademas ya he anunciado mi decision y no voy a retractarme al respecto.
– El senor del Imperio no necesita retractarse de nada. Ha dicho que reuniria a sus tropas y lo va a hacer, pero nadie puede obligarle a convocar al mismo tiempo a los satrapas, a todas las tribus, a todos los vasallos. Los preparativos pueden hacerse lentamente. Y si los romanos eligen el camino del desafio, la movilizacion podria acelerarse.
– No era esa mi intencion, pero consiento en aceptar tus argumentos y en seguir tus consejos. Quiera el Cielo que no tenga que arrepentirme. ?Sabes, Mani, que de todas las personas presentes en el Consejo, ninguna otra habria podido hacerme cambiar de opinion? Si te escucho asi, si me someto a tu opinion, es porque tienes un lugar en esta dinastia y en mi propio destino que ni siquiera tu sospechas.
A lo largo de las semanas siguientes, Sapor evito mencionar los preparativos militares; sin embargo, en los pasillos del palacio, pocos fueron los que adivinaron un cambio de politica; la actitud del rey de reyes se explicaba por su deseo de parecer sereno y despreciativo frente al riesgo de una guerra que todos, en Ctesifonte, juzgaban ganada por adelantado. Se decia ya que el soberano mandaria el mismo el gran ejercito, secundado por uno de sus hijos, pero ?por cual? ?Por el mayor, Bahram, que de nuevo gozaba del favor de su padre y al que apoyaba la mayoria de los magos y de los guerreros? ?O bien por Ormuz, considerado como el mas valiente y el mas serio, pero del que se decia que su trato con Mani y su inclinacion por sus ideas le habia debilitado un poco?
Las especulaciones terminaron cuando, inopinadamente, llego un embajador romano, portador de una misiva del nuevo emperador, Decio, «a su hermano, el divino rey de reyes», asegurandole que el pacto hecho con Filipo seria respetado, incluso en sus clausulas secretas; por otra parte, el oro estaba ya en camino, transportado esta vez, no por el pudico intermedio de las caravanas beduinos, sino abiertamente ?por un destacamento de pretorianos!
En Ctesifonte deberian haberse felicitado. Hasta entonces, el acto de vasallaje aceptado por Filipo era el hecho de un hombre solo, un usurpador que habia llegado a la cima del Imperio por los caprichos de la fortuna y que estaba dispuesto a vender a bajo precio el tesoro y las provincias con tal de conservar el poder. ?Ahora era Roma entera la que reconocia la preeminencia del rey de reyes!
Sin embargo, en la corte sasanida, el humor era de duelo. Los que deseaban el enfrentamiento se sentian defraudados, algunos pensaban incluso en tender una emboscada al emisario romano, con la esperanza de provocar lo irreparable. Con todo, el bando que deseaba la guerra, por muy poderoso que fuera, temia atraerse la colera de Sapor con semejantes acciones. Este se sentia dividido. Si bien la accion militar seguia seduciendole, valoraba el significado del nuevo acto de vasallaje romano, que le halagaba y sobre todo le tranquilizaba en cuanto a la persistente debilidad del enemigo.
Numerosos eran los que, como Kirdir, explicaban la indecision del soberano por la creciente influencia del «maldito nazareno de Babel». En efecto, nadie ignoraba las conversaciones cotidianas, mano a mano, entre los dos hombres. Sapor, que no podia olvidar que Mani habia sido el unico en prever el comportamiento de los romanos, confiaba en su juicio; cada vez que las ideas de guerra le daban vueltas en la cabeza, se desahogaba con el. Y el hijo de Babel sabia encontrar argumentos que le convencian.
– No hay duda de que los romanos estan aterrados con la idea de ver a vuestro ejercito invadir sus provincias y amenazar sus metropolis. Ese terror que sienten es para vos fuente de grandes ventajas. Haced que dure esta situacion, obtened de vuestro enemigo todo lo que su debilidad le obliga a acordaros, dejadle confirmar, ano tras ano, a los ojos de todas las naciones, la preeminencia de vuestra dinastia y de vuestra persona. ?Por que habria de abandonar el primero de los hombres la posicion providencial que es hoy la suya, para someterse al azar de una empresa guerrera?
El monarca acepto darse por satisfecho con esos argumentos mientras el enemigo continuara pagando el tributo. Pero en Roma no se arreglaba nada. Dos anos despues de la muerte de Filipo, su sucesor fue asesinado a su vez. No menos de cuatro pretendientes se disputaban ahora el poder. De cuando en cuando, uno de ellos enviaba un emisario ante el rey de reyes para granjearse su benevolencia y solicitar sus favores, lo que no dejaba de divertir a Sapor. ?Soberano de Roma y, por anadidura, arbitro de las disputas entre sus generales? El sasanida no habia sonado jamas con un privilegio tan descabellado.
Pero a finales del invierno siguiente el oro no llego. No era que Roma tuviera una voluntad deliberada de incumplir el pacto hecho con Ctesifonte, sino que ninguno de los cuatro cesares estaba en condiciones de efectuar semejante pago. En la lucha contra sus rivales, cada uno de los pretendientes tenia una gran necesidad de todo el oro del que pudiera disponer.
En la corte sasanida, la guerra estuvo de nuevo en el orden del dia. Magos y guerreros estaban enardecidos y Sapor no intento ya resistirse. Y cuando en medio de aquel revuelo se aislo una vez mas con Mani, no fue para oirle hablar de nuevo sobre los beneficios de la tregua.
– Te he escuchado siempre, medico de Babel, hasta el punto de seguir tus consejos en detrimento de mis propias inclinaciones. Ahora te toca a ti, mi protegido, mi companero, adoptar mis opiniones; quiero que en esta batalla estes a mi lado, plenamente, con toda tu alma y toda tu inteligencia, tu, al que he convertido en pilar de mi reinado y de la dinastia.
»Esta guerra me ha sido impuesta. Durante mucho tiempo me he mostrado paciente y magnanimo, no he querido romper la tregua aunque hubiera podido hacerlo, ya que los magos me aseguraban, en nombre del Avesta, que seria legitimo y meritorio. Te he escuchado, pues, y he renunciado a movilizar mis ejercitos a fin de dar a los romanos una oportunidad de respetar sus compromisos. Ahora, han dejado de pagar el tributo, ellos mismos han violado el pacto que los protegia. Cualesquiera que sean las razones de esta felonia, no puedo tolerarla sin perder la estima y la sumision de mis propios subditos. La severidad del castigo debe estar a la medida de mi paciencia y de mi generosidad.
»Si consigo acabar con el Imperio de los cesares, esta guerra sera la ultima. Una era de paz se instalara entre los hombres. Se que te repugna derramar sangre, aunque sea la de mis enemigos, pero por estar a mi lado en esta batalla no traicionaras ninguno de tus principios, ya que por la perdida de algunas vidas, otras, mucho mas numerosas, seran preservadas.
»A lo largo de estos anos mucha gente me ha prevenido contra ti, Mani. Envidiosos, celosos, pero tambien algunos hombres a los que creo adictos y sinceros. "Ese parto -me repetian- permanecera a vuestro lado mientras contemporiceis, pero en cuanto llegue el tiempo de las conquistas, os abandonara. ?Como podeis tener entre vuestros intimos a un ser que se alegra de vuestros titubeos y que manana se apenara por vuestras victorias?" ?Han dicho la verdad? Lo ignoro. Sin embargo, es tu apoyo el que espero, es contigo con quien quiero llevar a cabo esta conquista.