Pideme lo que quieras, ahora y siempre - Maxwell Megan (хорошие книги бесплатные полностью .txt) 📗
—Definitivamente, me quedo contigo en Alemania. Ya no te libras de mi.
La noticia le pilla tan de sorpresa que no sabe ni que hacer, hasta que suelta el sandwich en la bandeja, coge mi cara con sus manos y dice cerca de mi boca:
—Eres lo mejor, lo mas bonito y maravilloso que me ha pasado en la vida.
—?En serio?
Eric sonrie, me da un beso en los labios y afirma:
—Si, senorita Flores. —Y al ver las intenciones de mi mirada, puntualiza con voz ronca—: Hasta que no te acabes el caldo, el sandwich y el postre, no pienso satisfacer tus deseos.
—?Todo el sandwich?
Mi aleman asiente y murmura en un tono de voz bajo, que me pone la carne de gallina:
—Todo.
—?Y el platano tambien?
—Por supuesto.
Su respuesta me hace sonreir.
Cojo el caldo y me lo bebo en tanto lo miro por encima de la taza. Lo tiento con mis ojos y veo la excitacion en su mirada.
?Dios, Dios! ?Eric, como me excitas!
Una vez que acabo, sin hablar, dejo la taza y me como el sandwich. Bebo agua, y cuando cojo el platano, se lo enseno, sonrio y lo dejo sobre la bandeja.
—De postre... te prefiero a ti.
Eric sonrie.
Me besa y yo le empujo hasta tumbarlo en la alfombra. Estamos frente a la chimenea encendida.
Solos...
Excitados...
Y con ganas de jugar.
Me siento a horcajadas sobre el. Su pene esta duro ante mi contacto e insinuaciones y dispuesto a darme lo que quiero y necesito. Sus manos pasean por mis piernas, lenta y pausadamente, y se paran en mis muslos.
—Todavia no me creo que estes aqui, pequena.
—Tocame y creelo —lo invito, mirandolo a los ojos.
La excitacion sube segundo a segundo y decido quitarle la sudadera.
Desnudo de cintura para arriba, a mi merced y con una sonrisa triunfal en mi boca, poso mis manos en su estomago y lentamente las subo hacia su pecho. En el camino, me agacho y su boca va a mi encuentro. Nos besamos. Sus manos cogen las mias.
—Eric..., me pones como una moto.
El sonrie. Yo sonrio.
—?Quieres que te muestre como me pones tu a mi? —me pregunta hambriento y jadeante.
—Si.
Eric asiente, agarra los calzoncillos que llevo puestos y, sin preambulos, me los quita. Despues, hace lo propio con la sudadera y me quedo totalmente desnuda sobre el. Sus manos van directas a mis pechos y susurra atrayendome hacia el:
—Damelos.
Excitada, me agacho. Le ofrezco mi cuerpo, mis pechos. El los besa con delicadeza, y luego se mete primero un pezon en la boca y, tras endurecerlo, se dedica a hacer lo mismo con el otro, mientras sus manos me aprietan contra el para que no me retire. Durante unos minutos disfruto de sus afrodisiacas caricias. Son colosales, calientes y morbosas, hasta que con sus fuertes manos me hace moverme, se desliza por debajo de mi y quedo sentada sobre su boca.
Mi estomago se encoge al sentir el calor de su aliento en el centro de mi deseo. ?Oh, si! Me agarra con sus fuertes manos por la cintura y solo puedo escuchar mientras me deshago:
—Voy a saborearte. Relajate y disfruta.
Sentada sobre su boca, Eric cumple lo que promete y me hace disfrutar. Su avida lengua, deseosa de mi, busca mi centro del placer como un exquisito manjar y me arranca gemidos incontrolados mientras yo cierro los ojos y me carbonizo segundo a segundo. Una y otra vez, con sus toques de lengua en mi ya inflamado clitoris, me lleva hasta el borde del climax, pero no deja que culmine. Eso me vuelve loca y quiero protestar.
Imagenes morbosas pasean por mi mente mientras el hombre que me enloquece toma de mi todo lo que quiere, y yo se lo doy deseosa de mas. Estar solos, en su despacho, ante la chimenea y desnudos es delicioso y placentero. Pero inexplicablemente una vocecita en mi cabeza susurra muy bajito que si fueramos tres todo seria mas morboso.
Alucinada, abro los ojos. ?Que hago pensando yo asi? Eric ha conseguido meterme totalmente en su juego y ahora soy yo la que fantaseo con ello.
Suelto un gemido de placer mientras me siento perversa. Muy perversa. Y dejandome llevar por mis fantasias, digo:
—Quiero jugar, Eric..., jugar contigo a todo lo que quieras.
Se que me escucha. Su azotito en mi trasero me lo confirma. Su boca se pasea por mis labios vaginales, sus dientes me mordisquean arrancandome oleadas de placer y, por fin, deja que culmine y llegue al climax.
Cuando mi cuerpo se recupera de ese maravilloso ataque, Eric me vuelve a colocar sobre su pecho y, con una sonrisa triunfal, me pide con voz ronca, cargada de erotismo:
—Follame, Jud.
Noto mis mejillas arreboladas por el deseo que mi aleman me provoca. No es la chimenea la que me acalora, es Eric. Mi Eric. Mi aleman. Mi mandon. Mi cabezon. Mi Iceman.
Dispuesta a que el disfrute tanto como yo, me acomodo y agarro su pene. Su suavidad es exquisita. Lo miro con ojos de «relajate y disfruta» y, sin esperar ni un segundo mas, lo introduzco en mi vagina.
Estoy humeda, empapada, y siento como la punta de su maravilloso juguete llega hasta casi mi utero sin el moverse.
?Dios, que placer!
Muevo las caderas de izquierda a derecha en busca de mas espacio, y luego me aprieto sobre el. Eric cierra los ojos y jadea. Este movimiento cimbreante le gusta. ?Bien! Lo vuelvo a repetir mientras apoyo las manos en su pecho y le exijo:
—Mirame.
Mi voz. El tono exigente que utilizo en ese instante es lo que hace que Eric abra los ojos rapidamente y me mire. Mando yo. El me ha pedido que tome la iniciativa y me siento poderosa. De pronto, vario el movimiento de mis caderas y, al dar un seco empujon hacia adelante, Eric jadea en alto y, gustoso, se contrae.
Pone sus manos en mis caderas. La fiera interna de mi Eric esta despertando. Pero yo se las agarro y, entrelazando mis manos con las suyas, susurro:
—No..., tu no te muevas. Dejame a mi.
Esta ansioso. Excitado. Caliente.
Su mirada me habla sola y se lo que desea. Lo que piensa. Lo que ansia. De nuevo, muevo mis caderas con fuerza. Me clavo mas en el, y Eric vuelve a jadear. Yo tambien.
—?Dios, pequena...!, me vuelves loco.
Una y otra vez repito los movimientos.
Lo llevo hasta lo mas alto, pero no lo dejo culminar. Quiero que sienta lo que me ha hecho sentir minutos antes a mi, y su mirada se endurece. Yo sonrio. ?Aisss..., como me pone esa cara de mala leche! Sus manos intentan sujetarme y las detengo otra vez mientras mis movimientos rapidos y circulares continuan llevandolo hasta donde yo quiero. Al extasis. Pero su placer es mi placer, y cuando veo que ambos vamos a morir de combustion, acelero mis acometidas hasta que un orgasmo maravilloso me toma por completo, y mi Iceman, enloquecido, se contrae y se deja llevar.
Gustosa tras lo hecho, me dejo caer sobre el y me abraza. Me encanta sentirle cerca. Nuestras respiraciones desacompasadas poco a poco se relajan.
—Te adoro, morenita —dice en mi oido.
Sus palabras, tan cargadas de amor, me enloquecen, y solo puedo sonreir como una tonta mientras sus brazos se cierran sobre mi cintura y me aprietan.
Su calor y mi calor se funden al unisono, y levantando la cabeza, lo beso.
Permanecemos durante unos minutos tirados en la alfombra, hasta que Eric, al ver mi carne de gallina, me invita a levantarme. Ambos lo hacemos. Coge una manta oscura que hay sobre el sillon y me la echa por encima. Despues, desnudo, se sienta y, sin soltarme, me hace que me siente sobre el y me retira el desordenado pelo de la cara.
—?Que pasaba por tu cabecita cuando has dicho que querias jugar a todo lo que yo quisiera?
?Guau! Esto me pilla por sorpresa. No me lo esperaba.
—Vamos, Jud —me anima al ver como lo miro—. Tu siempre has sido sincera.
Increible. ?Como sabe que escondo algo? Al final, dispuesta a decir lo que pensaba, respondo:
—Bueno..., yo..., la verdad es que no se. —Eric sonrie sobre mi cuello y claudico—: Venga, va..., te lo cuento. Me encanta hacer el amor contigo; es maravilloso y excitante. Lo mejor. Pero mientras pensaba esto se me ha ocurrido que de haber sido tres sobre la alfombra todo habria sido aun mas morboso. —Y rapidamente, anado—: Pero, carino..., no pienses cosas raras, ?vale? Adoro el sexo contigo. ?Me encanta! Y no se por que extrana razon ese pensamiento ha cruzado mi mente. Como me has dicho que fuera sincera y..., y..., te lo he dicho. Pero de verdad..., de verdad que yo disfruto mucho estando solo contigo y...