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Scaramouche - Sabatini Rafael (книги без регистрации бесплатно полностью сокращений txt) 📗

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Estos sue?os revelaban la afici?n que el sedicioso de Rennes sent?a ahora por aquella profesi?n en la que la madre Azar y el se?or Binet le hab?an iniciado. Su talento como autor y como actor era indudable. Y no hab?a que descartar que pudiera conquistar un puesto preeminente entre los dramaturgos franceses, realizando as? su sue?o. Pero a pesar de estas ilusiones, Andr?-Louis no descuidaba el lado pr?ctico de las cosas.

– ?Te has dado cuenta -le dijo un d?a a Binet- de que tu fortuna est? en mis manos?

Ambos estaban sentados frente a frente, en la sala de la posada de Pipriac, bebiendo una botella de Volnay. Acababa de terminar la cuarta y ?ltima representaci?n de Las picard?as de Scaramouche en aquel pueblo, donde el negocio hab?a sido tan bueno como en Maure y en Guichen, cosa que el lector sin duda habr? deducido ya por el detalle de que estuvieran bebiendo un excelente vino de Volnay.

– Me dar? cuenta, mi querido Scaramouche, cuando sepa lo que te traes entre manos.

– Considero que los incentivos que recibo son insuficientes. Por quince libras al mes ning?n hombre vende dones tan excepcionales como los m?os.

– Hay una alternativa -dijo Binet siniestramente.

– No la hay. No seas tonto, Binet.

Binet se irgui? como si le hubieran pinchado. Ning?n miembro de su compa??a se atrev?a a enfrentarse con ?l tan directamente.

– De todos modos, puedes apelar a esa alternativa si quieres -prosigui? Scaramouche con indiferencia- Sal y notif?cale a la polic?a que puede echarle el guante a un tal Andr?-Louis Moreau. Pero eso ser? el fin de tu sue?o de ir a R?don y de actuar por primera vez en tu vida, en un verdadero teatro. Sin m? no podr?s hacerlo, y yo no voy a R?don ni a ninguna otra parte m?s, ni siquiera a Fougeray, hasta que hagamos un contrato m?s justo.

– ?Diablos! -se lament? Binet-. ?Crees que tengo alma de usurero? Cu?ndo hicimos nuestro anterior contrato yo no ten?a idea de que fueras tan valioso, ?c?mo pod?a tenerla? Pero basta que me lo recuerdes, querido Scaramouche. Soy un hombre justo. A partir de hoy te dar? treinta libras al mes. Te doblo el sueldo en el acto. Como ves, soy un hombre generoso.

– Pero no ambicioso. Ahora esc?chame un momento.

Y procedi? a exponer un plan que dej? mudo de terror a Binet.

– Despu?s de R?don, iremos a Nantes -dijo-, a Nantes y al Teatro Feydau.

El se?or Binet iba a coger una copa y el brazo se le paraliz? en el aire. El Teatro Feydau era una especie de Comedia Francesa a escala provincial, y el gran Fleury hab?a actuado all? ante uno de los p?blicos m?s exigentes y cr?ticos de Francia. S?lo la idea de ir a R?don le parec?a al gordo Pantalone una temeridad. Y el teatro de R?don era un gui?ol comparado con el de Nantes. Y a pesar de todo, aquel atrevido muchacho a quien ?l hab?a recogido por casualidad tres semanas atr?s y que, de abogado de provincia, hab?a pasado a convertirse en autor y actor, se atrev?a a hablar de Nantes y del Teatro Feydau sin mudar de color.

– Pero ?por qu? no me propones ir a Par?s y a la Comedia Francesa? -dijo Binet ir?nicamente, cuando al fin pudo recobrar el aliento.

– A su debido tiempo -respondi? Scaramouche con desenfado.

– ?Eh? T? est?s borracho, amigo m?o.

Pero Andr?-Louis detall? el plan que ten?a en mente. Fougeray ser?a una especie de ensayo general para saltar a R?don, y a su vez, R?don ser?a lo mismo para luego lanzarse a Nantes. Permanecer?an en R?don mientras el p?blico pagara por ir a verlos, trabajando con ah?nco para perfeccionarse y pulir hasta los m?s m?nimos detalles. A?adir?an a su elenco tres o cuatro actores talentosos. ?l escribir?a tres o cuatro nuevos argumentos, que ser?an ensayados y mejorados, hasta que la compa??a contara con un repertorio de por lo menos media docena de obras de indiscutible calidad. Una parte de los beneficios se destinar?a a comprar mejores decorados y vestuario, y finalmente, si todo sal?a bien, en un par de meses la Compa??a Binet estar?a preparada para probar fortuna en la ciudad de Nantes. Ciertamente a las compa??as que iban al Teatro Feydau sol?a exig?rseles cierto prestigio. Pero, por otra parte, desde hac?a muchas generaciones en Nantes no se hab?a visto una compa??a que hiciera teatro improvisado. Eso ser?a una gran novedad. Y Scaramouche se compromet?a, si todo quedaba en sus manos, a resucitar la Comedia del Arte con todas sus viejas glorias que exceder?an las expectativas del p?blico de Nantes.

– Despu?s de Nantes, hablaremos de Par?s -concluy?-. Del mismo modo que decidiremos lo de Nantes a partir de lo que pase en R?don.

El poder de persuasi?n de Andr?-Louis, que hab?a sido capaz de arrastrar a las multitudes, acab? arrastrando tambi?n al se?or Binet. La perspectiva que Scaramouche le presentaba, aunque audaz, era tambi?n tentadora, y como Scaramouche ten?a respuestas para todos sus reparos, Binet acab? prometiendo que pensar?a en el asunto.

– Redon nos marcar? el rumbo -dijo Andr?-Louis-, y no tengo la menor duda acerca de cu?l ser? ese rumbo.

As?, la gran aventura de R?don acab? por parecer insignificante, al ser considerada como un ensayo general para haza?as art?sticas de mayor envergadura. En su moment?nea exaltaci?n, Binet pidi? otra botella de Volnay. Scaramouche esper? a que la descorcharan para proseguir:

– La cosa parece posible -dijo con indiferencia y mirando el vaso al trasluz-, mientras yo est? a tu lado.

– De acuerdo, mi querido Scaramouche, fue una suerte para ambos que nos conoci?ramos.

– Para ambos -repiti? Scaramouche con ?nfasis-. Eso mismo quer?a yo decir. As? que no creo que vayas a entregarme a la polic?a.

– ?C?mo puedes creerme capaz de semejante cosa? Me tomas el pelo, querido Scaramouche. Te pido que nunca volvamos a aludir a esa broma.

– Ya est? olvidada -dijo Andr?-Louis-. Y ahora volvamos a mi propuesta. Si me voy a convertir en el arquitecto de tu fortuna, si realizo todo lo que he planeado, en esa misma medida, debo ser tambi?n mi propio arquitecto.

– ?En la misma medida? -Binet frunci? el ce?o.

– Exactamente. A partir de hoy los negocios de esta compa??a se har?n en su debida forma, y llevaremos un libro de caja donde se anote la entrada y salida del dinero.

– Yo soy un artista -dijo el se?or Binet con orgullo-. No soy un tendero.

– Hay un aspecto comercial en tu arte, y hay que llevarlo de forma comercial. He pensado en todo, as? que no te molestar? con detalles que podr?an perturbar el ejercicio de tu arte. Lo ?nico que tienes que decir es s? o no a mi proposici?n.

– ?Y en qu? consiste?

– En que yo sea tu socio a partes iguales en los beneficios de la compa??a.

El mofletudo rostro de Pantalone palideci?, sus ojillos se abrieron desmesuradamente escudri?ando el rostro de su interlocutor. Entonces estall?:

– ?Tienes que estar loco para hacerme una proposici?n tan monstruosa!

– Admito que hay en ella cierta injusticia. Pero ya he pensado en eso. Por ejemplo, no ser?a justo que adem?s de todo lo que me propongo hacer, tambi?n haga el papel de Scaramouche y escriba nuestros argumentos sin ninguna recompensa, aparte de las ganancias que recibir?a como socio. Por ello, antes de que haya beneficios que repartir, debes pagarme un salario como actor, y una peque?a suma por cada argumento que escriba para la compa??a. Esta medida nos conviene a los dos. Del mismo modo, recibir?s un sueldo por tu interpretaci?n de Pantalone. Despu?s de abonados estos gastos, as? como el salario de los dem?s actores y otros gastos de viaje, alojamiento, etc., el resto ser? el beneficio que dividiremos a partes iguales entre los dos.

L?gicamente el se?or Binet se resisti? a aceptar aquella proposici?n y contest? con un no rotundo.

– En ese caso, amigo m?o -dijo Scaramouche-, abandono la compa??a ma?ana mismo.

Binet mont? en c?lera. Habl? de ingratitud en t?rminos sentimentales, y volvi? a aludir veladamente a aquella broma que hac?a referencia a la polic?a y que hab?a prometido no volver a mencionar.

– Puedes hacer lo que quieras, incluso el papel de sopl?n, si te gusta. Pero entonces te ver?s definitivamente privado de mis servicios, y sin m? no eres nada, del mismo modo que no eras nada antes de que yo me uniera a tu compa??a.

El se?or Binet dijo que le importaban un comino las consecuencias. ?l le ense?ar?a a aquel descarado abogado de provincia que al se?or Binet nadie le impon?a nada. Scaramouche se puso en pie.

– Muy bien -dijo entre indiferente y resignado-. Como quieras. Pero antes de actuar, cons?ltalo con la almohada. A la clara luz de la ma?ana, podr?s ver nuestros proyectos en su justa dimensi?n. El m?o promete fortuna para los dos. El tuyo anuncia ruina tambi?n para los dos. Buenas noches, se?or Binet. Que el cielo te ayude a tomar la decisi?n acertada.

Finalmente, al se?or Binet no le qued? m?s remedio que rendirse ante la firme resoluci?n demostrada por Andr?-Louis. Desde luego, hubo m?s discusiones y el obeso Pantalone no se dej? convencer sino despu?s de mucho regatear, cosa que no dejaba de sorprender en alguien que se consideraba un artista y no un tendero. Por su parte, Andr?-Louis hizo un par de concesiones: renunciar a los honorarios de sus argumentos y acceder a que el se?or Binet percibiera un salario exageradamente superior a sus m?ritos.

Pero finalmente la cuesti?n qued? zanjada. El arreglo se anunci? a la compa??a y, como era de esperar, eso provoc? envidias y resentimientos. Pero nada grave, pues todo se disip? como por ensalmo cuando se supo que bajo la nueva administraci?n aumentar?an los salarios de todos los miembros de la compa??a. A esto se hab?a opuesto tenazmente el se?or Binet. Pero no hab?a quien pudiera con el invencible Scaramouche.

– Si hemos de actuar en el Teatro Feydau, necesitamos una compa??a decorosa y no una cuadrilla de aduladores rastreros. Cuanto mejor les paguemos, mejor trabajar?n para nosotros.

As? se desvaneci? el resentimiento en la compa??a. Todos, desde los primeros actores hasta los m?s insignificantes, aceptaron el dominio de Scaramouche, un dominio tan s?lido que hasta el propio Binet deb?a someterse a ?l.

Todos lo aceptaron menos Clim?ne, pues su fracasado intento de subyugar a aquel advenedizo que apareci? cierta ma?ana en las afueras de Guichen, hab?a aumentado su aparente desd?n hacia ?l. Ella protest? por la formaci?n de la nueva sociedad, se encoleriz? con su padre hasta llegar a llamarle «est?pido», de resultas de lo cual el se?or Binet perdi? los estribos y le dio un cachete. Clim?ne anot? tambi?n este disgusto entre los agravios infligidos por Scaramouche, y aguardaba la ocasi?n para ajustarle cuentas. Pero las ocasiones no se presentaban con frecuencia. Scaramouche estaba cada vez m?s ocupado. Durante la semana que permanecieron en Fougeray, apenas se le ve?a salvo en las representaciones, y una vez llegados a R?don, iba y ven?a, raudo como el viento, del teatro a la posada y viceversa.

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