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Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк (лучшие книги .txt) 📗

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—Sito Sid, se va usted a creer que soy un tonto, pero que me muera aqui mismo si no me ha parecido ver casi un millon de perros, o de diablos o de algo. Le aseguro que si, sito Sid. Los toque… Los toque, senorito; estaban por todas partes. Dita sea, ojala pudiera echarle la mano encima a una de esas brujas solo una vez, una vez nada mas, es lo unico que pido. Pero sobre todo que me dejen en paz, eso seria lo mejor.

Tom va y dice:

—Bueno, te voy a decir lo que pienso. ?Por que vienen aqui precisamente a la hora del desayuno de este negro fugitivo? Es porque tienen hambre, y nada mas. Tienes que hacerles un pastel de brujas. Eso es.

—Pero, por Dios, sito Sid, ?como voy a hacerles un pastel de brujas? No se como se hace. En mi vida habia oido hablar de nada semejante.

—Bueno, entonces tendre que hacerlo yo mismo.

—?Querra usted hacerlo, mi nino? ?Querra de verdad? ?Besare el suelo que pisa usted, de verdad!

—Muy bien, te lo hare porque se trata de ti y porque te has portado bien con nosotros y nos has ensenado al negro fugitivo. Pero tienes que andarte con mucho cuidado. Cuando aparezcamos tienes que volverte de espaldas, y entonces, pongamos lo que pongamos en la escudilla, tienes que hacer como que no lo ves. Y no tienes que mirar cuando Jim vacie la cazuela, porque puede pasar algo. No se que. Sobre todo, no toques las cosas de las brujas.

—?Tocarlas, sito Sid? ?Que me dice usted? No les pondria ni un dedo encima, aunque tuviera cien mil millones de dolares, de verdad.

Capitulo 37

Aquello quedo arreglado. Entonces nos fuimos al vertedero del patio de atras, donde tienen las botas viejas, los trapos, las botellas rotas y las cosas gastadas y todo eso, y estuvimos buscando hasta que encontramos una palangana vieja de estano, tapamos los agujeros lo mejor que pudimos para hacer el pastel en ella y la bajamos al sotano para llenarla de harina robada, y cuando ibamos a desayunar encontramos un par de clavos que, segun Tom, vendrian muy bien para que un prisionero escribiera su nombre y sus penas en las paredes de la mazmorra, y dejamos uno de ellos en el bolsillo del mandil de la tia Sally, que estaba colgado en una silla, y el otro lo clavamos en la cinta del sombrero del tio Silas, que estaba en el escritorio, porque oimos decir a los ninos que su padre y su madre pensaban ir aquella manana a ver al negro fugitivo, y despues fuimos a desayunar y Tom dejo la cuchara de peltre en el bolsillo de la chaqueta del tio Silas, pero como tia Sally todavia no habia llegado tuvimos que esperar un rato.

Cuando llego estaba toda acalorada, colorada y de mal humor, y casi no pudo esperar a la bendicion de la mesa, sino que se puso a servir el cafe con una mano y a darle con el dedal en la cabeza al nino que tenia mas cerca, mientras decia:

—He buscado por todas partes y no entiendo que ha pasado con tu otra camisa.

Se me hundio el corazon entre los pulmones y los higados y todo eso y se me clavo en la garganta un trozo duro de corteza de maiz, asi que me puse a toser, la eche por toda la mesa y le di a uno de los ninos en un ojo, de forma que se retorcio como si fuera un gusano en el anzuelo y solto un grito como un indio en pie de guerra, y Tom se puso rojo como una amapola, y entonces se armo un buen lio durante un cuarto de minuto o asi y yo por mi lo habria confesado todo alli mismo a las primeras de cambio. Pero despues todo se volvio a arreglar, porque la sorpresa nos habia agarrado a todos en frio. El tio Silas dijo:

—Resulta de lo mas curioso. No puedo comprenderlo. Se perfectamente que me la quite, porque…

—Porque ahora no tienes mas que una puesta. ?Que cosas dices! Ya sabia yo que te la habias quitado y lo recuerdo mejor que tu, porque ayer estaba en el tendedero y la he visto yo misma. Pero ha desaparecido y no hay mas que hablar, asi que tendras que ponerte una roja de franela hasta que encuentre el tiempo para hacerte otra. Y sera la tercera que te haga en dos anos. Solo en coserte camisas me paso la mitad del tiempo, y lo que no entiendo es que diablo haces con ellas. Lo logico seria que a tu edad ya hubieras aprendido a cuidarlas un poco.

—Ya lo se, Sally, y lo intento todo lo que puedo. Pero no debe de ser todo culpa mia, porque ya sabes que no las veo ni tengo nada que ver con ellas salvo cuando las llevo puestas, y no creo que haya perdido ninguna llevandola encima.

—Bueno, eso no es culpa tuya; ya las habrias perdido si pudieras, creo yo. Ademas no ha desaparecido solo la camisa. Tambien falta una cuchara, y no es eso todo. Habia diez y ahora solo quedan nueve. A lo mejor la ternera se ha comido la camisa, pero lo que te aseguro es que la ternera no se ha comido la cuchara.

—?Que mas falta, Sally?

—Faltan seis velas, eso es lo que falta. Las velas se las pueden haber comido las ratas, y calculo que eso es lo que ha pasado; me pregunto por que no se lo llevan ya todo, porque tu te pasas la vida diciendo que les vas a tapar los agujeros y nunca lo haces, y si no fueran idiotas se dormirian en tu cabeza, Silas, y ni te enterarias; pero no les puedes echar a las ratas la culpa de lo de la cuchara, de eso estoy segura.

—Bueno, Sally, sera culpa mia y lo reconozco; lo he dejado pasar, pero te aseguro que manana tapono todos los agujeros.

—No corre prisa; con que los tapes el ano que viene basta. ?Matilda Angelina Araminta Phelps!

Golpe de dedal y la nina saca los dedos del azucarero sin decir ni palabra. Justo entonces llega al pasaje la negra y dice:

—Senora, falta una sabana.

—?Falta una sabana! ?Bueno, que pasa aqui!

—Hoy mismo tapare los agujeros —dice el tio Silas, con cara de arrepentimiento.

—?Vamos, callate! ?Te crees que las ratas se han llevado la sabana? ?Donde ha desaparecido, Lize?

—Le juro por Dios que no tengo ni idea, sita Sally. Ayer estaba en el tendedero pero ha desaparecido; ya no esta ahi.

—Esto parece el fin del mundo. Jamas he visto cosa asi. Una camisa, una sabana, una cuchara y seis ve…

—Sita —llega diciendo una negra clara—, falta un candelabro de bronce.

—Fuera de aqui, descarada, ?o te doy con una sarten!

Bueno, estaba hecha una furia. Empece a esperar una oportunidad. Pense que lo mejor era irme al bosque hasta que mejorase el tiempo. Siguio gritando, organizando una insurreccion ella sola, mientras todos los demas estabamos mansos y callados, hasta que el tio Silas, con aire muy sorprendido, se saco la cuchara del bolsillo. La tia se callo, con la boca abierta y alzando las manos, y lo que es yo, ojala hubiera estado en Jerusalen o donde fuera. Pero no mucho tiempo, porque va ella y dice:

—Ya me lo esperaba. Asi que la tenias en el bolsillo, y seguro que tienes todas las demas cosas. ?Como ha llegado ahi?

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