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Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк (лучшие книги .txt) 📗

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—De verdad que no lo se, Sally—dice el, como pidiendo excusas—, o sabes muy bien que te lo diria. Estaba estudiando mi texto de Hechos 17 antes de desayunar y calculo que la meti alli, sin darme cuenta, cuando lo que queria era poner mi Nuevo Testamento, y debe de ser eso porque lo que no tengo es el Nuevo Testamento, pero lo comprobare, y si el Nuevo Testamento esta donde estaba antes, sabre que no lo guarde y eso demostrara que deje el Nuevo Testamento en la mesa y que agarre la cuchara y

—?Bueno, por el amor de Dios! ?Dejame en paz! Ahora fuera todos y no volvais a acercaros a mi hasta que me haya tranquilizado un poco.

Yo la habria oido aunque estuviera hablando sola, y tanto mas cuanto que lo dijo en voz alta, y me habria levantado para obedecerla aunque me hubiera muerto. Mientras pasabamos por la sala, el viejo agarro el sombrero y se le cayo el clavo, pero el se limito a recogerlo y dejarlo en la repisa sin decir ni palabra, y se marcho. Tom lo vio, se acordo de la cuchara y dijo:

—Bueno, ya no vale de nada enviar cosas con el, porque no es de fiar —y anadio—, pero en todo caso nos ha hecho un favor con lo de la cuchara, sin saberlo, asi que vamos a hacerle uno nosotros sin que lo sepa el: vamos a tapar los agujeros de las ratas.

Habia montones de ellos en el sotano y nos llevo toda una hora, pero hicimos el trabajo bien, sin olvidar nada. Despues oimos unos pasos en las escaleras, apagamos la luz, nos escondimos y aparecio el viejo, con una vela en una mano y un monton de estopa en la otra, igual de distraido que siempre. Empezo a buscar por todas partes, primero uno de los agujeros y luego otro, hasta verlos todos. Despues se quedo inmovil unos cinco minutos, quitandole el sebo a la vela y pensando, hasta que se dio la vuelta lento y pensativo hacia las escaleras diciendo:

—Bueno, la verdad es que no recuerdo cuando lo hice. Ahora podria demostrarle que no es culpa mia lo de las ratas. Pero no importa: dejemoslo asi. Calculo que no valdria de nada.

Subio las escaleras hablando solo y despues nos marchamos nosotros. Era un viejo muy simpatico, y sigue siendolo.

A Tom le preocupaba mucho como encontrar otra cuchara, porque decia que la necesitabamos; asi que se puso a pensar. Cuando se decidio, me dijo lo que teniamos que hacer; despues fuimos a esperar adonde estaba el cesto de las cucharas hasta que vimos que llegaba la tia Sally y Tom se puso a contar las cucharas y a ponerlas a un lado mientras yo me escondia una en la manga, y Tom va y dice:

—Oye, tia Sally, sigue sin haber mas que nueve cucharas.

Y ella responde:

—Vamos, seguid jugando y no me molesteis. Yo se las que hay. Las he contado yo misma.

—Bueno, yo las he contado dos veces, tia, y no me salen mas que nueve.

Ella parecio perder la paciencia, pero naturalmente vino a contarlas, como hubiera hecho cualquiera.

—?Por el amor del cielo, no hay mas que nueve! —dijo—. Pero, que demonio, ?que pasa con estas cosas? Voy a volver a contarlas.

Entonces yo volvi a meter la que habia escondido y cuando termino de contar dijo:

—Por todos los demonios, ?ahora hay diez! —dijo, muy irritada e inquieta al mismo tiempo. Pero Tom va y dice:

—Pero, tia, yo no creo que haya diez.

—No seas tonto, ?no me has visto contarlas?

—Ya lo se, pero…

—Bueno, voy a volverlas a contar.

Asi que yo mangue una y no salieron mas que nueve, igual que la otra vez. Ella se puso nerviosisima y se echo a temblar por todas partes de enfadada que estaba. Pero siguio contando y contando hasta que se confundio tanto que conto tambien el cesto como si fuera una cuchara, asi que tres veces le salio bien la cuenta y tres veces le salio mal. Entonces agarro el cesto, lo tiro al otro lado de la habitacion y le pego una patada al gato, y dijo que nos fueramos y la dejaramos en paz, y que si volviamos a fastidiarla, nos iba a despellejar vivos. Asi que nos quedamos con la cuchara que faltaba y se la dejamos en el bolsillo del mandil mientras ella nos ordenaba que nos marcharamos, y a Jim le llego junto con el clavo antes del mediodia. Estabamos muy contentos con todo aquello, y Tom dijo que valia el doble de los problemas que nos habia causado, porque ahora no podria volver a contar las cucharas dos veces sin confundirse ni aunque le fuese la vida; y aunque las contara bien, no se lo iba a creer, y dijo que cuando se le hubiera cansado la cabeza de contar, renunciaria y amenazaria con matar a cualquiera que le pidiese que volviera a contarlas otra vez.

Asi que aquella noche volvimos a poner la sabana en el tendedero y le robamos una del armario, y seguimos metiendola y sacandola un par de dias hasta que ya no sabia cuantas sabanas tenia y ni siquiera le importaba porque no se iba a amargar la vida con aquello ni a contarlas otra vez aunque le costara la vida; antes preferiria morir.

Asi que ahora todo estaba en orden en cuanto a la camisa y la sabana, la cuchara y las velas, con la ayuda de la ternera; las ratas y las cuentas que no salian, y en cuanto a lo del candelabro no importaba, con el tiempo se olvidarian de el.

Pero lo del pastel nos dio mucho trabajo; no nos creaba mas que problemas. Lo preparamos en el bosque y lo cocinamos alli, y por fin lo tuvimos hecho y muy satisfactorio; pero nos llevo mas de un dia y hubo que utilizar tres palanganas llenas de harina antes de terminar con el, y nos quemamos por todas partes y el humo se nos metia en los ojos; porque la cuestion es que no queriamos sacar mas que una costra y no lograbamos que se mantuviera bien, porque siempre se hundia. Pero, naturalmente, por fin se nos ocurrio algo que saldria bien, que era cocinar la escala tambien con el pastel. Asi que aquella noche fuimos a ver a Jim, rasgamos la sabana en tiritas y las retorcimos todas juntas, y antes de que amaneciera teniamos una cuerda estupenda que bastaria para ahorcar a alguien. Hicimos como que nos habia llevado nueve meses trenzarla.

Por la manana la llevamos al bosque, pero no entraba en el pastel. Como estaba hecha de toda una sabana, habia cuerda suficiente para cuarenta pasteles si hubieramos querido, y encima quedaria para la sopa, para salchichas o para lo que quisiera uno. Podriamos haberla utilizado para toda una cena.

Pero no necesitabamos tanta. Lo unico que necesitabamos era suficiente para el pastel, asi que el resto lo tiramos. No cocinamos ninguno de los pasteles en la palangana, porque temiamos que se fundiera la parte soldada, pero el tio Silas tenia un calentador de cobre estupendo que estimaba mucho, porque habia pertenecido a uno de sus antepasados, y que tenia un mango largo de madera que habia llegado de Inglaterra con Guillermo el Conquistador en el Mayflower oen uno de esos barcos de los peregrinos y estaba escondido en el desvan, con un monton de cacharros antiguos y de cosas valiosas, no porque valiesen para nada, que no lo valian, sino porque eran como reliquias, ya sabeis, y lo sacamos en secreto y lo llevamos al bosque, pero nos fallo en los primeros pasteles porque no sabiamos usarlo bien, aunque en el ultimo funciono estupendo. Pusimos pasta por todos los bordes, la llenamos con una cuerda de trapos y luego lo cubrimos todo con pasta y cerramos la tapa, y encima le pusimos unas ascuas y nos apartamos cinco pies, con el mango largo, tan tranquilos y tan comodos, y al cabo de quince minutos nos salio un pastel que daba gusto verlo. Pero quien se lo comiera tendria que llevarse un par de barriles de palillos para los dientes, porque si aquella escala de cuerda no se los tapaba todos es que yo no se de lo que estoy hablando, y encima le iba a quedar un dolor de estomago para los restos.

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