Samarcanda - Maalouf Amin (читать книгу онлайн бесплатно полностью без регистрации txt) 📗
Cuando el conflicto que separaba a los dos hermanos llego a oidos de los ciudadanos, cuando comprendieron que al comienzo del siguiente mes serian abandonados al pillaje, a la violacion y a la matanza, vino el Gran Miedo. Peor que la violacion es la violacion anunciada, la espera pasiva, humillante, el monstruo ineluctable. Las tiendas se vaciaban, los hombres se escondian, sus mujeres y sus hijas los veian llorar de impotencia. ?Que hacer? ?Como huir? ?Por que camino? El invasor estaba en todas partes, sus soldados de cabellos trenzados merodeaban por el bazar del Gran Cuadrado, por los barrios y los arrabales, por las inmediaciones de la Puerta Quemada, constantemente borrachos, al acecho de un rehen, de un botin, sus hordas incontroladas infestaban los campos vecinos.
?No se desea de ordinario que el ayuno termine y llegue el dia de la fiesta? Ese ano se hubiera deseado que el ayuno se prolongara hasta lo infinito, que la fiesta de la Ruptura no llegara jamas. Cuando aparecio el creciente del nuevo mes, nadie penso en regocijos, nadie penso en matar el cordero, la ciudad entera tenia la impresion de ser un gigantesco cordero cebado para el sacrificio.
Miles de familias pasaron la noche que precede a la fiesta, esa noche del Decreto en la que conceden todos los deseos, en las mezquitas y los mausoleos de los santos, refugios precarios; noche de agonia, de lagrimas y de oraciones.
Mientras tanto, en la ciudadela estallaba una tormentosa discusion entre los hermanos selyuquies. Xagri gritaba que a sus hombres no se les habia pagado desde hacia meses, que solo habian aceptado luchar porque se les habia prometido dejarles las manos libres en esa opulenta ciudad, que estaban al borde de la rebelion y que el, Xagri, no podria contenerlos por mas tiempo.
Togrul hablaba otro lenguaje:
– Solo estamos en la frontera de nuestras conquistas. ?Quedan aun tantas ciudades que conquistar! Ispahan, Shiraz, Rayy, Tabriz ?y otras mucho mas alla! Si saqueamos Nisapur despues de su rendicion, despues de todas nuestras promesas, ninguna puerta se abrira ya ante nosotros, ninguna guarnicion flaqueara.
– ?Como podriamos conquistar todas esas ciudades con las que suenas si perdemos nuestro ejercito, si nuestros hombres nos abandonan? Los mas fieles ya se quejan y amenazan con hacerlo.
Los dos hermanos estaban rodeados de sus lugartenientes y de los ancianos del clan, y todos al unisono confirmaban las palabras de Xagri. Este, envalentonado, se levanto decidido a terminar:
– Hemos hablado demasiado, voy a decir a mis hombres que se lucren con la ciudad. Si tu quieres retener a los tuyos, hazlo; cada uno con sus tropas.
Togrul no respondia, no se movia, atormentado por un penoso dilema. De pronto, salto lejos de todos y se apodero e un punal.
A su vez Xagri habia desenvainado. Nadie sabia si habia que intervenir o, como de costumbre, dejar a los dos hermanos selyuquies arreglar sus diferencias con la sangre, cuando Togrul grito:
– Hermano, no puedo obligarte a obedecerme, no puedo contener a tus hombres, pero si los sueltas sobre la ciudad me clavare este punal en el corazon.
Y diciendo esto, apunto el arma, cuya empunadura sostenia con las dos manos, hacia su propio pecho. El hermano dudo poco; avanzo hacia el con los brazos abiertos y, despues de un largo abrazo, prometio no contrariar mas su voluntad. Nisapur se habia salvado, pero nunca olvidaria el Gran Miedo del ramadan .
VII
– A si son los selyuquies -observa Jayyam-, saqueadores incultos y soberanos perspicaces, capaces de mezquindades y de gestos sublimes. Togrul Beg, sobre todo, tenia el temple de un fundador de imperios. Yo tenia tres anos cuando tomo Ispahan y diez cuando conquisto Bagdad, imponiendose como protector del califa y obteniendo de el el titulo de «sultan, rey del Oriente y del Occidente», casandose incluso a los setenta anos con la propia hija del Principe de los Creyentes.
Al decir esto, Omar se muestra admirativo, algo solemne quiza, pero Yahan suelta una carcajada muy irrespetuosa. El la mira severo, ofendido, sin comprender esa subita hilaridad; ella se disculpa y se explica:
– Cuando hablaste de esa boda me acorde de lo que me habian contado en el haren.
Omar recuerda vagamente el episodio, del que Yahan ha memorizado con avidez cada detalle.
En efecto, al recibir el mensaje de Togrul pidiendole la mano de su hija Sayyeda, el califa se habia puesto livido. Apenas se retiro el emisario del sultan, exploto:
– ?Ese turco recien salido de su tienda! ?Ese turco cuyos padres, ayer aun, se prosternaban ante no se que idolo y pintaban en sus estandartes un hocico de cerdo! ?Como se atreve a pedir en matrimonio a la hija del Principe de los Creyentes, nacida del mas alto linaje?
Si temblaba asi, con todos sus augustos miembros, era porque sabia que no podria esquivar la peticion. Despues de meses de dudas y dos mensajes de recuerdo, termino por formular una respuesta. Uno de sus ancianos consejeros fue el encargado de transmitirla; partio para la ciudad de Rayy, cuyas ruinas son aun visibles en los alrededores de Teheran. La corte de Togrul estaba alli.
El emisario del califa fue recibido en primer lugar por el visir, que lo abordo con estas palabras:
– El sultan se impacienta y me atosiga; me alegro de que al fin hayas venido con la respuesta.
– Te alegraras menos cuando la hayas oido: el Principe de los Creyentes os ruega que le disculpeis, pero no puede acceder a la peticion que ha sido elevada hasta el.
El visir no se mostro muy afectado y continuo pasando las cuentas de su pasatiempo de jade.
– Asi que -dijo-, vas a atravesar ese pasillo, vas a cruzar esa gran puerta, y anunciar al senor de Iraq, de Fars, de Jorasan y de Azerbeiyan, al conquistador de Asia, a la espada que defiende la verdadera religion, al protector del trono abasi: «?No, el califa no te dara a su hija!» Muy bien, ese guardia te conducira.
Dicho guardia se presento y el emisario se levantaba para seguirle, cuando el visir prosiguio con voz anodina:
– Supongo que como hombre sagaz habras pagado tus deudas, repartido tu fortuna entre tus hijos y casado a todas tus hijas.
El emisario volvio a sentarse subitamente agotado.
– ?Que me aconsejas?
– ?El califa no te ha dado ninguna otra directriz, ninguna posibilidad de arreglo?
– Me ha dicho que si verdaderamente no habia ningun medio de escapar de ese matrimonio, querria en compensacion trescientos mil dinares de oro.
– Eso ya es una forma mejor de proceder, pero no creo que sea razonable que despues de todo lo que el sultan ha hecho por el califa, despues de haberle traido de nuevo a su ciudad, de donde lo habian expulsado los chiies, despues de haberle restituido sus bienes y sus territorios, se le exija una compensacion. Podriamos llegar al mismo resultado sin ofender a Togrul Beg. Le direis que el califa le concede la mano de su hija y por mi parte aprovechare ese momento de intensa satisfaccion para sugerirle un regalo en dinares digno de tal partido.
Y asi se hizo. El sultan, muy excitado, formo un importante cortejo que comprendia al visir, a varios principes, a decenas de oficiales y dignatarios, a mujeres de edad de su parentela con cientos de guardias y esclavos que llevaron a Bagdad regalos de gran valor, alcanfor, mirra, brocado, arcones llenos de pedrerias, asi como cien mil monedas de oro.
El califa concedio audiencia a los principales miembros de la delegacion, intercambio con ellos frases corteses, aunque vagas, y luego, una vez a solas con el visir del sultan, le dijo sin rodeos que ese matrimonio no tenia su consentimiento y que si intentaba obligarle a ello abandonaria Bagdad.
– Si esa es la postura del Principe de los Creyentes, ?por que propuso un arreglo en dinares?
– No podia responder que no con una sola palabra. Esperaba que con mi actitud el sultan comprendiera que no podia obtener de mi semejante sacrificio. A ti te lo puedo decir; los otros sultanes, ya fueran turcos o persas, jamas exigieron semejante cosa de un califa. ?Debo defender mi honor!
– Hace algunos meses, cuando presenti que la respuesta podria ser negativa, trate de preparar al sultan para este rechazo y le explique que nadie antes que el habia osado formular tal peticion, que eso no era conforme a las tradiciones y que la gente iba a sorprenderse. Jamas me atrevere a repetir lo que me respondio.
– ?Habla, no temas nada!
– Que el Principe de los Creyentes me dispense, esas palabras no podran traspasar mis labios jamas.
El califa se impacientaba.
– ?Habla, te lo ordeno, no me ocultes nada!
– El sultan comenzo por insultarme, acusandome de declararme a favor del Principe de los Creyentes contra el… Me amenazo con cargarme de cadenas…
El visir balbuceaba a proposito.
– Ve derecho al grano, habla, ?que dijo Togrul?
– El sultan grito: «?Extrano clan el de esos abasies! Sus antepasados conquistaron la mejor mitad de la tierra, construyeron las ciudades mas florecientes y ?miralos hoy! Les arrebato su imperio y se conforman; les quito su capital y se felicitan; me cubren de regalos y el Principe de los Creyentes me dice: "Te doy todos los paises que Dios me ha dado, pongo en tus manos a todos los creyentes cuyo destino me ha confiado.” Me suplica que ponga bajo el ala de mi proteccion a su palacio, su persona y su haren, pero si le pido a su hija se rebela y quiere defender su honor. ?Los muslos de una virgen! ?Es ese el unico territorio por el que aun esta dispuesto a luchar?»
Al califa se le corto la respiracion, no le salian las palabras y el visir aprovecho para concluir el mensaje.
– El sultan anadio: «?Ve a decirles que tomare a esa hija como tome este imperio, como tome Bagdad!»
VIII
Y ahan relata detalladamente y con una culpable delectacion los sinsabores matrimoniales de los grandes de este mundo; renunciando a censurarla, Omar se asocia ahora de buen grado a todas sus mimicas. Y cuando, con picardia, ella amenaza con callarse, el le suplica que continue, ayudandose con caricias, aunque sabe muy bien como termina la historia.